
El corazón aún late en México
Por Alejandra Zamora Canales
Fotografía: Especiales

Alma Delia Muñoz y Rodolfo Escorcia partieron de México a Estados Unidos de América (EUA) hace más de 30 años. Él sin haberlo planeado; ella para estar con su compañero de vida. Juntos han enfrentado las diferencias culturales, el reto de formar una familia que mantenga los valores y tradiciones mexicanas sin dejar de lado las costumbres estadounidense, así como los cambios de las distintas administraciones gubernamentales.
En esta edición de “Fuera del Aula” conoceremos más sobre los inicios de la familia Escorcia: qué los llevó a dejar su país natal, cuáles fueron las barreras lingüísticas, culturales y sociales que tuvieron que afrontar, y cómo, tras obtener la ciudadanía, aún mantienen su conexión con la tierra azteca.
De Sahagún a Nueva York con escala


Alma Delia y Rodolfo junto a sus amistades en México.
En 1989, Rodolfo Escorcia estaba a punto de cursar su último semestre en la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (UAEH). Su vida era estable, sin embargo, tomó un rumbo inesperado cuando uno de sus primos le ofreció viajar a Tijuana para trabajar durante las vacaciones.
Mientras se encontraba en la ciudad fronteriza, una de sus tías planeaba cruzar sin documentos hacia Los Ángeles (LA), California. Debido a la violencia que enfrentan muchas mujeres migrantes en el trayecto, se tomó la decisión de que ambos intentaran cruzar juntos. Así, de manera fortuita, mientras su tía se establecía en LA, él comenzaba una nueva etapa en Anaheim.
Los primeros seis meses no fueron fáciles; casi todo ese tiempo estuvo solo, compartiendo un mismo espacio con más de 30 personas que, si bien eran hispanas, no podían reemplazar a su familia ni a sus amigos. La llegada de su hermana amortiguó un poco la soledad y la tristeza que implicaba estar lejos de su tierra natal.
Ese mismo año, pero a más de dos mil novecientos kilómetros de distancia, en Ciudad Sahagún, Hidalgo, se encontraba Alma Delia Muñoz, quien cursaba la Licenciatura en Contaduría en el entonces Instituto de Ciencias Contables y Administrativas (ICCA), y mantenía un noviazgo con Rodolfo, relación que no era bien vista por su familia. Tras concluir sus estudios, tomó la decisión de migrar para reencontrarse con quien, tras 35 años, ha sido su compañero de vida.
Como muchas personas migrantes, los primeros trabajos que consiguieron fueron en la industria de la construcción, el campo o en cadenas de comida rápida como McDonald’s. El principal obstáculo fue el idioma, sin embargo, la comunidad hispana siempre les brindó una mano para encontrar empleo, aunque fuera temporal.
“Si había un amigo que tenía un hijo y él necesitaba un ayudante o si alguien le decía a otro: ‘Llévate ahora a este muchacho, porque es de casa’, eso era un gran apoyo”, declaró Rodolfo Escorcia.
Tras un año de haber emigrado, decidieron casarse. Si bien no fue la boda que ambos habían imaginado, porque se encontraban lejos de su familia y amigos, era algo que deseaban con todo el corazón.
Sus primeros pasos como pareja en territorio estadounidense no fueron fáciles, pues la convivencia con la familia de Rodolfo generaba tensiones, en gran medida porque su madre y su hermana intentaban someter a Alma a su voluntad, algo que ella no estaba dispuesta a aceptar. Finalmente, decidieron dejar California para buscar una nueva oportunidad en Nueva York, que les permitiera llevar una vida más independiente.
En la Gran Manzana, Rodolfo obtuvo un empleo más estable en una compañía vinculada al Servicio Postal de EUA. Su labor consistía en la construcción y mantenimiento de una máquina para el procesamiento y distribución de correo a nivel nacional, gracias a esta oportunidad laboral pudo obtener un permiso migratorio.

“Los dueños eran guatemaltecos justos y estrictos, pero muy cercanos a los trabajadores”, enfatizó, y agregó que el salario era muy bueno, a pesar de la presión por cumplir con los tiempos de entrega del contrato con el gobierno estadounidense.
En el caso de Alma, a pesar de contar con una licenciatura, debía revalidar sus estudios en el país vecino para poder ejercer, lo cual no era posible debido a los altos costos que esto implicaba. Por ello, optó por otro tipo de trabajos; uno de los primeros fue como “nana”, con una familia de origen griego.
La madre de la bebé que cuidaba le enseñaba inglés por las tardes, lo que le permitió mejorar sus habilidades lingüísticas; sin embargo, cuando llegó la noticia de su primer embarazo, ambos tomaron la decisión de que la crianza de su hija Eduina sería la prioridad.
“Que yo trabajara cuidando niños y viera a mi hija ser cuidada por otra persona no era lógico para mí. Además, lo que yo iba a ganar se destinaría a quien se hiciera cargo de mi hija”, enfatizó Alma.

Rodolfo Escorcia, junto a sus hijas Eduina y Merlina, y su hijo Diego.
Eduina Escorcia fue la primera hija de la familia en obtener la nacionalidad estadounidense, al haber nacido en este país. Con el tiempo, Rodolfo y Alma tuvieron a Diego y Merlina, quienes también son ciudadanos americanos.
Esta historia aún no acaba. En la segunda entrega de “Fuera del aula”, que se publicará el próximo mes de octubre, conoceremos más sobre los retos que implicó la crianza de sus hijas e hijo, cómo tuvieron que adaptarse a las tradiciones estadounidenses, pero al mismo tiempo preservar sus raíces mexicanas, así como el proceso para obtener su ciudadanía.